miércoles, 5 de febrero de 2014

LA REUNIÓN






Que tanto recordaba a H.las salas de
disección de algunos cuadros antiguos
Una de las hojas de las ventanas (situadas a espalda de los médicos) se encontraba abierta para simular el olor  a tabaco, que cargaba la atmósfera de la reunión. La claridad cambiante proveniente del exterior  modelaba sus siluetas al contraluz. Sentado frente a ellos en la última fila de la pequeña grada, que tanto recordaba a H. las salas de disección de algunos cuadros antiguos, estudiados por ella en libros de arte, el equipo médico les escrutaba con gran interés,indagando en el semblante pálido y demacrado de la mujer. 
H.,llevaba colocadas sus gafas de sol.

(...)En casos de licantropía, por ejemplo, los afectados creen realmente estar sometidos por un lobo. Mientras, la familia entera, al suponer a su hijo poseído, entra en una  histeria colectiva, agrediendo a la persona “sometida”, ya que creen expulsar así a los malos espíritus que la controlan, y proyectando después sus sentimientos de culpa sobre figuras imaginarias, hilvanadas por su mente para evadirse de esa realidad atroz. Su pensamiento no les permite asumir ciertas realidades y las vuelcan sobre éstas. En el pasado se trataba de duendes o vampiros.






En la actualidad existe un gran plantel en la galería  de los horrores, dependiendo de las inclinaciones de las personas involucradas: desde mariposas que surgen en tropel de habitaciones de hospital hasta lobos que atacan en la oscuridad. La mente inconsciente es capaz  de urdir cualquier cosa por extraña que parezca antes que asumir nuestros oscuros deseos.

(...)  -Yo no he pegado a mi hijo en mi puta vida. Preguntadle a H. Respondió el cazador con sus ojos enrojecidos.

 
(...) -Tenéis una vista excelente para identificar heridas. Parece que no habéis  notado la  que llevo en la oreja. Os aseguro que si a vosotros os arrancaran un trozo de un mordisco el dolor os volvería locos de rabia. Además, estaba todo demasiado oscuro, yo no sabía contra quien luchaba.
(...)su mujer también tiene cicatrices en la cara y en la espalda.



  -Las ha causado el niño-Realizando grandes esfuerzos para contenerse-.
 -H., por favor, ¿Sería usted tan amable de quitarse las gafas?

(...)Ante aquél griterío los agentes irrumpieron expeditivamente en la sala, agarrando entre varios al sujeto pendenciero que comenzó a propinar empujones para liberarse de sus captores. En el forcejeo, una sacudida involuntaria por parte de estos dio con las gafas de H. en el suelo.



Ante la sorpresa de los presentes, a excepción de  sus perpetuas ojeras,  no había rastro de agresión en los ojos de la mujer. 

Mientras, H., sonrojada, se apresuraba a recoger las gafas del suelo para ocultar de nuevo su vergonzoso aspecto.Lejos quedaban ya los años en los que hubiera disfrutado luciendo aquellos deslumbrantes ojos de su juventud. Ahora no se le hubiera ocurrido mostrarlos por nada del mundo.

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