sábado, 1 de marzo de 2014

LA ALIMAÑA



De nuevo en su sillón, inmerso en su autocomplacencia –la llamaré la mariposa Ulysses, pensaba- olvidó cerrar la ventana, sumergiéndose en un profundo sopor.Al mismo tiempo  , un entristecido aullido se dejó oír por todo el valle.






  
-¿Pero que coñ....? –preguntó el padre, aturdido por el sueño.Antes de terminar la frase, un estruendo hizo temblar el techo.
  -¡Ayudaaa! 
Cuando la vista se  habituó a la oscuridad del dormitorio,
la pudo percibir con alguna dificultad a la izquierda de
la habitación
Los sollozos de dolor y pánico de la mujer no le permitieron emitir otra llamada de auxilio. Estos se alternaban con gruñidos y aullidos que helaban la sangre.El hombre, rabioso por el sobresalto,  subió la escalera en dos zancadas a pesar de las punzadas en su rodilla.Tras cruzar el umbral de la puerta, la persiana, con solo unas rendijas entreabiertas, apenas permitía distinguir nada. Cuando la vista se habituó a la oscuridad del dormitorio la pudo percibir con alguna dificultad a la izquierda de la habitación.

  H.,Agarrotada por el miedo y la mirada desencajada, permanecía allí de pié con un zarpazo que le cruzaba la mejilla. Con el camisón hecho jirones, se debatía entre el pánico hacia a su marido y el que sentía hacia aquella inesperada bestia. Frente a él se hallaba la cama ensangrentada del niño. Apenas destacaban dispersas las desconchadas cuentas de hueso de buitre y las plumas negras del atrapasueños[1]que colgaba del techo, que, agitándose frenéticamente sobre las sábanas blancas, las había dejado caer encima del colchón. 

-¿Podría contarme alguien  que cojones está pasando antes de que haya que lamentar una desgracia?
–dijo en tono a duras penas
 reprimido mientras clavaba su penetrante
mirada sobre su esposa. Muy despacio, ella señaló hacia un alboroto al otro lado de la 

caótica cama, apuntando únicamente con la mirada. El hombre, sin titubear, se dispuso a  rodearla con paso firme, caminando sobre los tablones de madera. Al dar el primer paso un inoportuno chasquido resonó en toda la habitación. Antes de dar el segundo, un ser poseso, impulsado por sus poderosas extremidades se había arrojado sobre él desde el suelo, salvando la distancia de tres metros que los separaba. Sobre el espejo de la pared, el cazador apenas pudo atisbar una silueta negra aferrada a su cuerpo mientras se debatía con aquella bestia de fuerza sobrenatural. Una larga lucha se prolongó durante minutos intentando deshacerse de aquel ser demoníaco, sintiendo todas y cada una de sus afiladas garras profanando su carne, como cuando atravesaba el corazón de su mujer con su lacerante mirada.

Mientras, ésta, con los 
sentidos fijos en la escena y la respiración entrecortada, deslizaba verticalmente su espalda contra la pared sin atender al dolor, dejando a lo largo de su superficie un rastro de sangre por las heridas infligidas en aquella. El cálido aliento de la alimaña caía sobre la cicatriz de la cara del leñador mientras intentaba arrancarle ésta a mordiscos.Por un instante pudo atisbar en la oscuridad sus ojos reflectantes como espejos. Ningún alma de naturaleza humana se podría entrever tras aquellos ojos traídos del infierno. Por fin el hombre pudo deshacerse de la bestia de un manotazo, lanzándola sobre el colchón semi desnudo. A medida que amanecía, la luz de la mañana iba penetrando en el cuarto a través de las rendijas de la persiana.






 No era posible. Allí, postrado a cuatro patas sobre la cama, como si de un macho alfa[2] se tratara, su hijo, en posición amenazante, exhibía entre sus dientes el lóbulo de una oreja y algunos cabellos de la barba del cazador; mientras la sangre le corría por la barbilla mezclada con la espuma. Los vellos erizados, el cuerpo desnudo, los ojos inyectados en sangre. El rugido por el dolor pudo oírse en el exterior a cientos de metros, seguido por el desgarrador aullido de un lobo
-¡Te voy a matar, cabróoon!



  -¡Noooo! ¡Dios mío, no sabe lo que hace!- respondió H., que superando su pánico consiguió interponerse entre el chico y su padre–. Tras unos instantes de forcejeo el incidente se saldó con ella en el suelo y con el chico reducido.
De camino al hospital con su familia, junto a la carretera, el padre pudo atisbar aullando sobre una roca a un hermoso lobo negro de grandes ojos azules. 















[1]Amuleto indio que protege de los malos sueños. 
[2] Macho de la pareja líder de una manada de lobos.

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